25 años de Photoshop, o de cómo volver a las cavernas

Pues parece que ya han pasado 25 años desde que los hermanos Knoll lanzasen al mercado, de la mano de Adobe, el omnipresente Adobe Photoshop. Una herramienta que quizás ha trascendido el concepto de “utilidad profesional” para convertirse en herramienta para modelar y reinterpretar nuestra realidad.

Desde las permanentes polémicas del uso de Photoshop en publicaciones tipo Vogue, donde no solo se crean cuerpos operados virtualmente, sino que estos acabaron por ser un referente de la estética actual. A las permanentes manipulaciones de imágenes en las que se cambian banderas en manifestaciones o se suman o restan manifestantes. El Photoshop ya no es aquella herramienta inocente que Thomas Knoll comenzaba ha desarrollar “en su garaje” bajo el nombre de Display, PS ya no solo cambia imágenes sino que también es capaz de cambiar opiniones y conciencias.

Pero dejémonos de demagogia! PS no es más que una herramienta, al igual que un martillo puede ser usado para construir muebles, o para romper cabezas, depende de la intención.

25 años después

25 años de historia en el mundo digital, dan para mucho. Para convertirse en una buena herramienta y de paso en un estándar de edición, pero un estándar de facto no se crea sin adeptos (entiéndase usuarios), y que mejor que liderar las listas de programas más pirateados para que todo el mundo use una herramienta que se escapa a la mayoría de presupuestos, y de paso hay que decirlo “necesidades”. Que nadie se equivoque, la piratería no es un delito, es una estrategia de posicionamiento de un producto en el mercado. Se dice que un 60% de los PS en producción son piratas, sin embargo tener el 40% de usuarios con las licencias al día, si previamente te has hecho con el 100% del sector, pues no es una mala cifra.

Sin embargo facilitar el acceso a un producto, para el cual necesitamos de cierta pericia para su uso, no garantiza esa hegemonía, hacen falta individuos que desinteresadamente ilustren al usuario sobre su uso. Es completamente apabullante el número de libros que se han publicado sobre PS solo en este país, una simple búsqueda por el término “Photoshop” en La Casa del Libro, nos devuelve 825 resultados!!! sin contar libros, que bajo otro título, al final no dejan de ser manuales de PS.
Además de este absurdo, este desbordante nicho de mercado basado en escribir libros sobre PS, limita bastante la posibilidad de publicar libros especializados en otros campos de la fotografía digital (experiencia propia) ya que parece que si escribes sobre otro ámbito de la imagen digital estas escribiendo para cuatro frikis.

Otra curiosa linea de negocio surgida entorno al PS, es impartir cursos sobre dicha herramienta de forma sistemática, camuflados bajo cursos de fotografía digital, que más o menos viene a ser como pagarle a un comercial para que te venda un producto por el cual dicho comercial no va a ver un duro de dicho producto (en la mayoría de los casos). Y por encima ir aun curso de PS es como ir a uno de conducir Ferraris, ! nunca vas a tener uno salvo que lo robes ¡

La vuelta a las cavernas

Mientras que hace décadas, cuando uno estudiaba fotografía existía una implicación tanto personal como docente por la comprensión y divulgación hacia el medio en el que uno va a desenvolver su actividad profesional. Lo cual exigía de nociones de química, óptica, y como no, de matemáticas para despejar multitud de ecuaciones relativas al funcionamiento de esta profesión. Por la contra, hoy en día, la famosa democratización tecnológica, llevada a cabo en el seno del mundo digital, nos ha desprovisto de horas de sufrimiento en favor de la búsqueda del resultado inmediato.

Esto nos deja en el paradigma del “resultado frente al conocimiento”. Según he podido discutir con multitud de docentes, ahora convertidos a comerciales de Adobe, de numerosos centros de enseñanza pública, no centrar la docencia entorno a Photoshop hoy en día parece impensable fruto de la demanda que dicha herramienta tiene en un entorno profesional, y los propios alumnos, así como las escasas horas de clase que impiden abordar en profundidad las materias.

Esto me lleva a pensar que nadie en su sano juicio estudiaría electrónica leyéndose manuales de instrucciones de electrodomésticos, pues en la profesión de fotógrafo parece que sí, es una de las pocas profesiones donde la gente estudia a través de manuales de instrucciones (entiéndase libros sobre como usar el PS), esto convierte al fotógrafo, en un mero usuario de una herramienta, o al menos en un profesional instruido a través de la visión sesgada de un fabricante.

Desde mi opinión, PS ya no es una mera interfaz para relacionarnos con la imagen numérica de forma afable, como pretende ser, sino que se ha convertido en un verdadero muro tras el cual esconder la realidad digital. De forma, que hemos llegado al punto, de que lo que no se puede explicar o hacer con Photoshop, ya no existe en la fotografía digital.

No hay que confundir la pericia en el uso de una herramienta, con el conocimiento del ámbito donde se aplica esa herramienta. Este pequeño concepto, nos ha llevado a la situación actual, donde se confunde sistemáticamente “ámbito”, entendido como la imagen digital o imagen numérica, con “herramienta” o utilidad para manipular esta. De forma que el usuario acaba centrado en la herramienta y no en el ámbito.

Esta exhibición exagerada de Adobe en las aulas, o en nuestro entorno profesional, bien se puede plasmar en las metáforas absurdas recogidas en el cine y TV como el patrocinio de la tabla periódica por parte de Oscar Mayer, introduciendo elementos químicos inventados por la propia marca en los Simpsoms, o la bebida energética Brawndo (una parodia de Gatorade) que patrocina todos los ámbitos de la vida de la sociedad recogida por el film Idiocracia de Mike Judge.

Adobe no solo nos aporta altas dosis de creatividad, sino que nos ha obligado a entender la imagen digital como sus propios ingenieros la han imaginado.