Control de calidad en digitalización y documentación de Bienes Culturales.
Jueves, 18 de Octubre de 2012 11:17
Quizás uno de los problemas latentes más inquietantes de los trabajos de digitalización o documentación de Bienes Culturales, sea la falta de normativización o estandarización de dichos procesos, de forma que cada profesional aplica sus propios criterios de calidad en base a su propia experiencia, con frecuencia aplicando un criterio subjetivo para el examen de sus trabajos.
Mientras que en sectores como la industria de la impresión gráfica, donde el color es determinante para el éxito de sus trabajos, existen decenas de normas que regulan un buen número de aspectos de estos procesos. En el lado opuesto de la cadena, en la entrada o digitalización no existen más que unas pocas recomendaciones, presentadas normalmente como documentos internos de ciertas instituciones.
En 2005 un curioso trabajo lanzado por el RIT “Direct Digital Capture of Cultural Heritage – Benchmarking American Museum Practices and Defining Future Needs“, dejaba patente las disparidad de iniciativas y criterios a la hora de aplicar los criterios de gestión de la calidad, algunos de los más importantes museo de Estados Unidos. Otros proyectos similares como “Quantitative Analysis of ICC Profile Quality for Scanners” del conocido experto Abhay Sharma o “Evaluating the Quality of Commercial ICC Color Management Software” del mismo autor, dejan de nuevo patente no sólo una inquietud por la gestión de la calidad en los trabajos de digitalización o relacionados con la gestión de color, sino que de nuevo evidencian una cierta disparidad en los umbrales de la calidad para cada fabricante, en lo relativo a la precisión de las transformaciones del color.
Esta situación, junto al desconocimiento y confusión que suele acompañar a las tareas asociadas la gestión de color (y en general al uso de la imagen digital), nos plantea una incertidumbre considerable entorno a la calidad y por tanto fiabilidad entorno a la digitalización de nuestro patrimonio, de forma que las copias digitales de éste incorporadas a nuestro patrimonio digital, tal y como lo ha descrito la UNESCO en 2003, presentan una serie de supuestas inconsistencias que de una forma u otra desvirtúan la calidad de dichas copias como una evidencia, documento o testigo de un bien de interés cultural o patrimonial.
Más allá de las evaluaciones subjetivas que podemos llevar a cabo sobre una imagen digital, muchas veces condicionadas por tendencias o gustos estéticos, las cuales conllevan un margen de error suficientemente amplio como para abordarlas con cierta prudencia, la evaluación de la calidad de una imagen digital, y en particular la evaluación de la calidad en la gestión de color, no esta exenta de dificultades y retos. Cuando hablamos de gestión de la calidad no sólo estamos hablando si nuestro producto cumple uno u otros requisitos, tal y como afirmaba el empresario norteamericano Phil Crosby, sino que debemos hablar si nuestro flujo de trabajo se adecua correctamente al cumplimiento de estos objetivos o requisitos con el fin de ajustarnos a estos requisitos de calidad.
Sin embargo en los procesos de digitalización nos encontramos con otro problema subyacente a la gestión de la calidad, el cual es relativo a cuales son estos umbrales de calidad a los que nos debemos de acoger.
Desde el punto de vista de la industria gráfica, gran parte de los umbrales de calidad se han descrito entorno al concepto de diferencia o distancia entre colores, lo cual se conoce como Delta-E (ΔE*, dE*, dE, etc), una serie de ecuaciones que son capaces de arrojarnos una métrica o distancia entre dos colores. Más allá de las polémicas entre la representatividad de dichas fórmulas como evidencian M. Melgosa et al. en el artículo “Algunas reflexiones y recientes recomendaciones internacionales sobre evaluación de diferencias de color”, o las habituales luchas entre CIE76 o CIED00, la evaluación de la calidad a nivel colorimétrico se presenta como un problema más complejo ya que atributos como la suavidad en las transformaciones, o número de colores resultantes que se traduce en fenómenos de posterización en nuestras imágenes, los aspectos de colorido, etc son inquietudes descritas en trabajos como el la tesis de Kristyn Falkenstern “Using Image Quality Metrics to Evaluate an ICC Printer Profile”, aunque orientado a los perfiles de impresión, es en cierta manera extrapolable a los perfiles de color de entrada, el cual no hace más que evidenciar de nuevo los enormes márgenes de error en los que podemos vernos inmersos a la hora de trabajar con unas estrategias incorrectas, o ausentes, de gestión color que no harán más que desvirtuar el valor de nuestra copia digital como documento o evidencia fiel de un artefacto, objeto u obra.
Se hace por tanto, recomendable cuando no imperativo una cierta profilaxis a la hora de abordar las cuestiones de la gestión del color a la hora de realizar ciertos proyectos de digitalización o documentación relativos al ámbito patrimonial o científico, con el fin de no sólo alcanzar una fidelidad en la captura digital de una obra y objeto, sino que esta fidelidad se traduce en un incremento en la información y representatividad que dicho documento puede ofrecer más allá de la información geométrica o estética de dicho objeto.
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